NOTICIA
Tráfico: sin vuelta atrás
El martes estuve en Santa Cruz de Tenerife, convocado por el Cabildo insular, para hablar sobre movilidad inteligente, un concepto sobre el que llevo tiempo investigando y que, en el contexto de una isla-ciudad con una orografía extraordinariamente compleja y una presión turística importante se convierte en un problema imposible de solucionar mediante las aproximaciones tradicionales. De hecho, la autopista TF5 sufrió un colapso de varias horas el día anterior debido a una combinación de accidentes y obras, lo que me dio la oportunidad no solo de comenzar la conferencia con una imagen del periódico del día fotografiada durante el desayuno, sino también de encontrar una actitud especialmente sensible ante el tema. Hay algo de cobertura del evento en medios locales como El Día o La Opinión.
¿Cuál es la gran verdad incómoda que nos resistimos a aceptar en torno al tema de la movilidad? Sencillamente, que la situación es insostenible y los métodos tradicionales han dejado de funcionar. Así de simple: el modelo tradicional de movilidad está agotado, la era del automóvil ha muerto, y la insistencia en “un ciudadano, un automóvil” no es sostenible. Décadas de insistir en la ampliación constante de infraestructuras y en el desarrollo de transporte público tradicional (en el caso de la isla, autobuses, taxis y algún tranvía, pero en el de otros entornos, incluyendo ofertas como trenes, metro, bicicletas, etc.) han dejado claro que la situación ha llegado a un punto donde el colapso ya no es ocasional, sino habitual, y no depende de circunstancias controlables, sino de factores tan imponderables como la temperie, los accidentes o las obras.
Nos hemos acostumbrado a enfadarnos cuando hay un atasco y solicitar a las instituciones públicas que nos solucionen el problema, cuando la realidad es que el problema hace mucho ya que no viene de las administraciones públicas, sino de nosotros mismos: no se puede pretender que desplazar un vehículo de alrededor de una tonelada de peso para ir solos en él y pretender aparcarlo en la puerta del lugar al que vamos sea algo sostenible. El número de ciudades en las que se introducen restricciones a la circulación y al aparcamiento crece de manera constante, y se convierte en una tendencia: peajes, sistemas de cámaras, restricciones en función de los niveles de contaminación, eliminación de espacio de aparcamiento, etc. son medidas ya habituales para intentar reducir la presión de un parque de vehículos que no deja de crecer.
Nadie va a prohibir que sus ciudadanos conduzcan. Pero sí está en la obligación, cada día más, de desincentivarlo de la manera más agresiva posible. Singapur, una de las ciudades donde poseer un vehículo supone un coste más elevado, ha anunciado ya que impedirá la inscripción de más vehículos en su parque automovilístico a partir de febrero de 2018. Ya no es que te hagan pagar unos impuestos elevadísimos… es que directamente, no podrás dar de alta un vehículo. En muchas ciudades, los peajes son ya habituales, como lo es el impedir la ocupación de enormes extensiones de suelo urbano con vehículos aparcados que podrían ser dedicadas a otros usos más razonables y provechosos. Debemos ofrecer a los ciudadanos un abanico cada vez más amplio de posibilidades de desplazamiento, y conseguir que, como decía el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, el desarrollo de un país no se refleje en el hecho de que sus habitantes más pobres tengan un vehículo, sino en el de que los más ricos quieran utilizar el transporte público.
La solución del tráfico, por tanto, no incluye construir más infraestructuras de transporte o ampliar su capacidad, porque eso no hace más que servir de efecto llamada para un mayor uso del vehículo privado. La solución pasa, precisamente, por desincentivar a ese enemigo más importante: el vehículo privado utilizado en regímenes de ocupación ineficientes. Mentalizarse del problema es el primer paso para dejar de formar parte del mismo. La tecnología puede ayudar con soluciones de muy diversos tipos, pero todo debe partir de una conciencia adecuada del problema en todas sus dimensiones. La contaminación, que en Tenerife no es un problema acuciante debido a la insularidad y a la presencia constante de vientos que la disipan, se ha convertido en uno de los factores que más restricciones está provocando en algunas ciudades: una fuente de incomodidad que, sin embargo, la mayoría de la población entiende y acepta como imprescindible. A partir de ahí, todo plan que permita usos eficientes, que incremente el número de plazas ocupadas por vehículo o las alternativas de transporte en manos del usuario es susceptible de ayudar. Podemos pensar que la disponibilidad de sistemas como Cabify, Uber, Car2go, Emov, etc. no son soluciones porque terminan redundando en más vehículos con escasa ocupación circulando por la ciudad, pero en realidad, son opciones necesarias para que un ciudadano pueda plantearse dejar su vehículo particular en casa, y terminan por representar una ocupación del recurso mucho más eficiente. Todo aquello que pueda llevar a que un ciudadano se plantee dejar su coche en casa o directamente no adquirirlo es bueno, hasta conformar un sistema de hiper-abundancia de opciones. Décadas de sistemas restrictivos basados en licencias han demostrado que no son la solución al problema.
Asimismo, debemos enfocar con la información adecuada las opciones de futuro: el vehículo autónomo, disponible ya en algunas ciudades a partir de principios del año que viene, no es una solución salvo que se plantee como servicio en lugar de como producto en manos del ciudadano. Aunque nadie nos lo vaya a prohibir, no poseeremos vehículos autónomos, puesto que eso supondría todavía más presión para el tráfico (desplazamientos adicionales con el vehículo vacío para recogidas, vueltas a la manzana cuando no hay aparcamiento, etc.), sino que usaremos los disponibles en flotas comerciales. Dispondremos de aplicaciones que permitirán optimizar la capacidad de los vehículos, y que colaborarán en un uso más eficiente, como alternativas que disuadirán a muchos del uso de su vehículo privado. Llegará un momento en que el uso de ese vehículo privado sea visto no solo como insolidario o ineficiente, sino como inseguro, caro e innecesario. Pero en este camino, las restricciones van a jugar un papel fundamental, y será necesario desarrollar una conciencia que apunta en sentido contrario a la imperante hasta el momento: más restricciones son inherentemente buenas y necesarias para cambiar nuestra mentalidad, aunque impliquen incomodidades o la aparición de nuevos hábitos. Además, factores como el incremento del comercio electrónico con logística eficiente, la flexibilidad en el horario laboral o el desarrollo de sistemas de teletrabajo llevarán a una reducción de los desplazamientos necesarios, lo que también tenderá a aliviar la presión sobre el uso de las vías.
¿Cuál es el papel de los organismos público en este sentido? Servir de plataformas para el desarrollo de cuantas más iniciativas, mejor. El caso de la isla de Tenerife, con su anillo incompleto y sus tensiones diarias, supone un reto importante, pero no es el único ni el más complejo: este proceso de saturación está teniendo lugar en ciudades de todo el mundo. Debemos pasar de una visión de sistemas exclusivamente públicos, restricciones y licencias, a una de abundancia, de disponibilidad constante de datos y de estímulo de lo público en combinación con las alternativas privadas de todo tipo, sean flotas de vehículos compartidos, autónomos, eléctricos o voladores. Todo vale. ¿Cómo concienciar a unos ciudadanos acostumbrados durante generaciones a que tener un vehículo y utilizarlo sin prácticamente restricciones es algo que tiene sus días contados, y que no podemos seguir exigiéndolo si queremos de verdad solucionar los problemas actuales? Eso, ni más ni menos, fue lo que intenté transmitir en mi conferencia, aunque parezca una tarea compleja. Veremos qué acciones siguen a las palabras, y en qué plazos. Mientras tanto… seguiremos atascados.
This post is also available in English in my Medium page, “Traffic: no turning back”