Por acción u omisión, Facebook lleva meses envuelta en varias polémicas. La red social de 2 mil millones de usuarios mensuales tiene problemas, esencialmente, con los contenidos que se difunden en su plataforma. Más concretamente, si hilamos fino, lo tiene con la propagación tanto de contenido extremista como de noticias falsas. Por eso no para de anunciar cambios, aunque sean cuestionables, y está llevando a cabo un proceso de introspección.
El lunes, continuando con esa mirada hacia dentro que se ha oficializado con la serie de artículos titulada «Preguntas difíciles», los de Menlo Park han reconocido que tanto su red social como el resto pueden dañar las democracias; aunque también pueden ser un buen aporte para ellas. Lo ha explicado Samidh Chakrabarti, responsable de producto de colaboración cívica, en una publicación.
Si hay una verdad fundamental sobre el impacto de las redes sociales en la democracia es que amplifica la intención humana, tanto la buena como la mala. En el mejor de los casos, nos permite expresarnos y actuar. En el peor de los casos, permite a las personas difundir información errónea y corroer la democracia.
Sobre la detección de las interferencias rusas: «Fuimos demasiado lentos»
El directivo de la compañía ha empezado su mensaje resaltando lo bueno que pueden conseguir las redes sociales en relación a las libertades. Generación de debates, organización en torno a causas, reclamación de responsabilidades… Subraya, especialmente, el papel capital que las redes desempeñaron en la Primavera Árabe en países como Túnez. «Fueron anunciadas como una tecnología para la liberación», asegura.
Sin embargo, explica, «las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 pusieron de manifiesto los riesgos de la intromisión extranjera, las noticias falsas y la polarización política. El efecto de los medios sociales sobre la política nunca ha sido tan crucial para examinar».
A renglón seguido, recordándonos las declaraciones de personas que ayudaron a construir el negocio de la compañía para la que trabaja y que ahora reniegan de ella, se pregunta: «¿qué efecto tienen los medios sociales en la democracia?». Y entona el mea culpa sobre el capítulo de las injerencias rusas.
En 2016, en Facebook fuimos demasiado lentos para reconocer cuán malos actores estaban abusando de nuestra plataforma. Estamos trabajando diligentemente para neutralizar estos riesgos ahora.
Una postura que contrasta con la negación de la situación inicialmente, aunque después reconocieran el problema. Ahora, incluso tratan frontal y abiertamente lo que el mismo Chakrabarti califica del «elefante en la habitación».
Aunque no lo sabíamos en ese momento, descubrimos que estos actores rusos crearon 80.000 publicaciones que llegaron a unos 126 millones de personas en Estados Unidos durante un período de dos años. Este tipo de actividad va en contra de todo lo que representamos. Es aborrecible para nosotros que un Estado-nación usara nuestra plataforma para librar una ciberguerra destinada a dividir a la sociedad. Este era un nuevo tipo de amenaza que no podíamos predecir fácilmente, pero debimos haberlo hecho mejor.
El responsable de colaboración cívica afirma que ahora están recuperando el tiempo perdido y que están trabajando «para hacer la política más transparente en Facebook». Explican que están ofreciendo la posibilidad de visitar la página de un anunciante y ver qué anuncios tiene actualmente y que pronto pedirán a las organizaciones que publican anuncios relacionados con comicios electorales que confirmen sus identidades para poder demostrar a aquellos que vean sus anuncios quiénes son los que exactamente han pagado por ellos.
La parte positiva de Facebook y su relación con la democracia
Chakrabarti no quiso quedarse solamente en los problemas, en lo que el llama «retos en la convergencia de las redes sociales y la democracia», y por eso abordó los «muchos puntos brillantes» que dice que le hacen ir a trabajar a las oficinas de Facebook cada día.
Se ha observado desde hace mucho tiempo que cuando la gente discute las noticias, es más probable que se involucre en su comunidad, ya sea ofreciéndose como voluntarios o comunicándose con funcionarios electos. Cada vez hay más pruebas de que esto también es cierto en las redes sociales, especialmente entre los jóvenes.
Las redes sociales están impulsando a la gente no solo a aprender acerca de los temas, sino a actuar. Solo durante las elecciones de 2016 en Estados Unidos, estimamos que nuestros esfuerzos de registro de votantes en Facebook llevaron a más de 2 millones de personas a registrarse para votar.
El directivo de la compañía capitaneada por Mark Zuckerberg añade que las redes sociales también pueden ayudar a la gente a ser «votantes más informados». «Durante las últimas elecciones en los Estados Unidos, creamos el Plan de Votación, una herramienta para previsualizar tu voto electoral local y discutirlo con tus amigos. Millones de personas lo hicieron», explica. De media, siempre según sus datos, esta acción incrementó el conocimiento de las personas sobre su voto en más de un 6 %.
El último ejemplo que pone Chakrabarti resulta anecdótico, aunque se extrapole. «En Islandia, por ejemplo, cuando alguien se muda a un nuevo vecindario, lo primero que suele hacer es unirse al grupo de Facebook de su comunidad. Etiquetan a sus representantes en los puestos de trabajo y presionan por las cuestiones que quieren llevar al Parlamento», cuenta el responsable.
De ahí que en 2016 se crease una función que acerca el día a día de líderes políticos a los usuarios de la red social. Según él, «esto significa que por primera vez en la historia, las personas pueden mantenerse al día con su Gobierno tan fácilmente como con sus amigos. Esto está desbloqueando nuevas olas de energía cívica latente y poniendo el poder en más manos».
Pese a todo, sabe que la democracia no puede garantizarse ni apoyarse de ese modo solamente. No puede garantizar que los elementos positivos estén destinados a superar a los negativos. «Esta es una nueva frontera y no pretendemos tener todas las respuestas. Pero os prometo que mi equipo y muchos más aquí están dedicados a esta búsqueda [] Al final, por eso creo que un mundo más conectado puede ser más democrático», apostilla.
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Lo sabíamos y Facebook lo reconoce: las redes sociales pueden «corroer la democracia», aunque no todo es malo
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Toni Castillo
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