NOTICIA

Los Paradise Papers y su importancia

Paradise Papers

Un nuevo lote de archivos obtenido por el diario alemán Süddeutsche Zeitung a partir de filtraciones de dos despachos de abogados especializados en la gestión de patrimonios en paraísos fiscales y parte integrante del llamado Offshore Magic CircleAppleby y Asiaciti Trust, es procesado durante un año por 382 periodistas de todo el mundo coordinados por el International Consortium of Investigative Journalism (ICIJ), y divulgado a partir del día de ayer por una serie de medios de comunicación que aportaron recursos para la investigación, en España El Confidencial y LaSexta. Hablamos de 13.4 millones de documentos que abarcan todo tipo de transacciones, constituciones y gestiones en diecinueve paraísos fiscales de todo el mundo a lo largo de sesenta y seis años (entre 1950 y 2016), nada menos que 1.4TB de información. 

Poner en manos de periodistas de todo el mundo esa ingente cantidad de información de una manera que garantice su uso confidencial y permita a los medios rentabilizar los recursos invertidos supone un desafío tecnológico enorme, como ya comentamos en su momento con motivo de una filtración anterior, la de los papeles de Panamá. En esta ocasión hablamos de un contingente de documentos aún mayor, que deben ser individualizados, limpiados, catalogados y puestos a disposición de los periodistas que deseen investigar sobre ellos, en lo que supone un proyecto de sistemas de información extraordinariamente ambicioso sobre una base enorme de material. Por el proyecto anterior, el de los Panama Papers, el ICIJ recibió en 2017 el prestigioso premio Pulitzer .

¿Cuál es la importancia de este leak, y de todo el trabajo anterior – los Offshore Leaks, los Luxembourg Leaks, los Swiss Leaks o los Panama Papers, de magnitudes inferiores a este último – con los que la ICIJ ha logrado convertirse en referencia en el ámbito de la evasión de impuestos y los paraísos fiscales? No deberíamos caer en la tentación de analizar estos leaks en función de la importancia de las personas cuyas prácticas se ven denunciadas, que en este caso y particularizando a nuestro país son muy escasas, sino proyectarlo un poco más allá. Básicamente, lo importante de este tema es la creación de una conciencia colectiva con respecto al uso de este tipo de herramientas. Los paraísos fiscales son territorios que basan una parte importante de su economía en la provisión de herramientas de evasión fiscal a ciudadanos de todo el mundo que pretenden, como eufemísticamente se dice, “optimizar” su factura con el fisco, interpretando “optimizar” como “pagar lo menos posible”. Durante generaciones, esta idea de pagar menos impuestos o de no pagarlos en absoluto ha formado parte de un imaginario colectivo en el que los más ricos, los más poderosos o en general, “los más listos”, tenían acceso a una serie de herramientas que los ciudadanos normales no podían aspirar a utilizar, y que les permitía el privilegio de contribuir mucho menos a las haciendas públicas de sus países.

Cuando yo era un niño, recuerdo a amigos de mis padres que presumían de cómo se ahorraban dinero en sus impuestos, y cómo eso era poco menos que “jaleado”, o considerado incluso un símbolo de inteligencia o, en cierto sentido, de prestigio social: si utilizabas esos esquemas, era porque eras “lo suficientemente rico” como para que valiese la pena, y comentarlo en privado era como hacer cierta ostentación de esa riqueza. Ahora, en España, si alguien te confiesa que no paga determinados impuestos, solo te falta insultarlo: hemos pasado, gracias a un uso de casos de perfil y visibilidad elevados y a un trabajo de concienciación, a tener cada vez más claro que quien no paga impuestos, nos está robando a todos. 

Los sistemas basados en la asimetría informativa proporcionada por los paraísos fiscales son cada vez más caducos, están cada vez más cuestionados y puestos en evidencia y, sobre todo, están adquiriendo una connotación cada vez más negativa: a medida que se producen más y más leaks y son explotados con más profesionalidad y seriedad, la idea de que el que es encontrado utilizando sistemas de ese tipo es “el más listo” va siendo sustituida por otro tipo de adjetivos, independientemente de que la persona incurra o no en delito. Se puede figurar en algunas de esas bases de datos y tener la situación perfectamente regularizada con el fisco de tu país declarando esas sociedades o instrumentos de manera transparente, pero ni es la circunstancia más común en esos casos, ni te exime de un cada vez más elevado coste en términos reputacionales, lo que cada vez más, conlleva que, ante el riesgo que suponen, esos esquemas puedan ir pasando a ser parte del pasado. El riesgo existe aunque seas la mismísima reina de Inglaterra, y el ejercicio democrático que supone que la televisión pública de un país dedique artículos a la corrupción de su reina no debe ser minimizado. 

¿Un mundo sin paraísos fiscales? No, desgraciadamente estamos aún muy lejos de algo así. Pero la tecnología debería proveernos cada vez más de mejores armas a la hora de trazar las transacciones, al tiempo que disminuye los riesgos e incrementa los incentivos para todo aquel que quiera llevar a cabo un leak. Protegerse de todo posible ex-empleado o empleado desleal, de todo eslabón débil que pueda tener la tentación de guardar unos archivos y enviarlos a un medio es una tarea muy compleja, y los sucesivos leaks y su correspondiente explotación profesionalizada y eficiente demuestran que estamos en el buen camino. El verdadero valor de los Paradise Papers y del trabajo de ICIJ en general es el de que sirvan como herramienta de concienciación, como prueba de que incurrir en determinados comportamientos no es, no debería ser, lo esperable cuando alguien logra tener muchos ingresos. Apreciar el trabajo de ICIJ, ponerlo en valor y otorgarle la importancia que verdaderamente tiene es un paso fundamental para cambiar las cosas en el futuro.

 

 

 

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